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¿Has escuchado sobre los “niños de alcantarilla”?

¿Qué es lo primero que salta a tu mente cuando escucha este término? En nuestro país como en el mundo, existe una grave y seria problemática de los niños en situación de calle. Los gobiernos a través de décadas han intentado atenderlo sin haber logrado erradicar al día de hoy este terrible asunto. 

¿Por qué resulta importante para la sociedad de nuestro tiempo detenernos a mirar el infierno que vive un niño o una niña de la calle? 
Los niños de alcantarilla o niños “rata” como también se les conoce por vivir bajo el asfalto de las ciudades, pasan de todo, desde hambre hasta los estragos del calor o el frío que se vuelven doblemente intensos cuando el hogar es una pestilente y pútrida alcantarilla, esto sin contar los peligros a los que se enfrentan a diario, siendo apenas  unos chiquillos que van de los 4 a los 16 años. 

Así, en entornos hostiles y envueltos ambientes por demás llenos de desafíos como suerte de la calle, hace de estos niños y niñas tanto víctimas como victimarios, es decir, los hace sujetos de violaciones, de maltratos, golpes y hasta homicidios. Quienes logran sobrevivir terminan siendo, muchos de estos, caldo de cultivo de la delincuencia, victimando a la propia población a la que un día osaron en pedirle una moneda. 
 
¿Puede imaginarse por un momento, lo que viviría
su hijo o hija si fuera un niño o niña de la calle?
 
En nuestro país, existen alrededor de 105 mil niños en esta condición, según lo que nos arroja el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), así que el tema de la presente colaboración no es una historia de ciencia ficción, novela de terror, mucho menos un cuento, sino muy al contrario una realidad que día a día vive un número importante de la población más sensible de nuestra sociedad: Nuestros niños.
Ahora bien, la problemática social que abordamos, además de ser un tema de Derechos Humanos, también lo es de seguridad y por supuesto de justicia, por lo que indiscutiblemente todos debemos involucrarnos en encontrar una solución. 
 
Sin embargo, en un mundo de prisas, volcado además en nuestra propia lucha cotidiana, ensimismados por la tecnología digital, solamente por poner un ejemplo,  al detener nuestro auto en el crucero mientras nos detiene la luz roja, con música a medio volumen, observamos a lo lejos un pequeño en
harapos que corre a limpiar el parabrisas y cuando lo tenemos precisamente a un costado, tocando insistentemente la ventanilla del vehículo, para pedir una moneda, muchos –no digo que todos-  optan por no voltear y pisarle al acelerador, apenas aparece la luz verde, dejando con ello atrás una realidad social que resulta multidimensional y compleja. 
 
Y si, en efecto, no es una moneda con lo que se arregla la situación de un niño de la calle, en eso estamos de acuerdo, pero con la indiferencia y la apatía social podemos estar seguros que tampoco. 
 
Ahondando en este asunto, nos encontramos que los niños de alcantarilla, provenientes de familias disfuncionales la mayoría de ellos,  optaron por la calle como hogar, ante la violencia que vivían de parte de su propia familia y algo más, anote usted: La falta de amor e incomprensión de tutores o parientes que sumado a actos de humillación fue lo que los orilló a echarse en los brazos de una vida en la calle.  
 
Por otra parte, el consumo de alcohol, así como todo tipo de drogas y enervantes, se convierten en una especie de placebo, para estos niños, quienes en su intento de aminorar los efectos de su entorno lo único que hacen es reflejar una cruda y dolorosa realidad que poco a poco los hunde hasta el punto de la misma muerte. 
 
Muchos de ellos para sobrevivir se integran a grupos en igual situación, al que por cierto miran como “familia”, exponiéndose a múltiples peligros en las confrontaciones callejeras, con otros,  que no siempre son menores, sino adultos hombres o mujeres indigentes o agresores del barrio o sector donde se mueven y pernoctan.
 
La calle como hogar y la miseria como herencia, ese es el destino de los niños de alcantarilla. 
 
Padecen hambre, se enferman y mueren como “animal de la calle”, sin que exista nadie que los reclame o uno solo que les otorgue cristiana sepultura, como cuando perecen en las inundaciones y lluvias torrenciales. Eso no puede estar pasándole a un niño o una niña.  ¿Acaso no son el futuro de nuestro país? 
 
¡Los niños de la calle, también son hijos de Dios! Exclamaría más de un individuo de buena voluntad,  pero tal vez con menos suerte agregaría alguien por ahí. Lo cierto, es que los niños, niñas y adolescentes en México como en el orbe están protegidos por las leyes y tratados internacionales, por lo que los Estados y países del mundo, están obligados a protegerlos de cualquier forma de violencia y discriminación, como sin duda lo están los niños en situación de calle.  
 
Por citar algunos ejemplos de estas leyes, ahí está la Ley General de los Derechos de los Niño, Niñas y Adolescentes, la Convención de los Derechos de los Niños, que data desde 1989, y la propia constitución en su artículo 1 que, con la más importante reforma a este precepto en materia de derechos humanos a partir del 10 de junio de 2011, logra ampliar el espectro de protección y garantía de los derechos de todas las personas, abarcando por supuesto a los menores. 
Por ende, resulta inaceptable que en pleno siglo XXI en nuestro país y con una democracia, donde se busca la igualdad y la justicia, existan niños que vivan en las alcantarillas, por tanto, a fin de solucionar de fondo este asunto, estimamos conveniente dos cosas:
 
Uno.- La voluntad política del Estado mexicano, en instaurar un mecanismo interinstitucional de todas las autoridades de los tres niveles de gobierno, porque a decir verdad han sido insuficientes los esfuerzos y las acciones en torno a este tema, por lo que es urgente desplegar un sistema interinstitucional especializado, integral, multidisciplinario y operativo de todas las autoridades del Estado mexicano, en coordinación con los gobiernos locales para rescatar a los niños que viven en las alcantarillas de las ciudades y distritos del país.
 
Dos.- La suma de voluntades y consciencia colectiva de la sociedad como participante de los asuntos de la vida pública, de manera activa, propositiva, constructiva y solidaria, que individual o bien grupalmente a través de asociaciones o fundaciones de apoyo aporten información, estadísticas, testimonios, capital humano, infraestructura, así como campañas que concienticen a la población, tanto como la generación de espacios dignos para el tratamiento integral para menores en situación de calle, donde se les proporcione alimentación,  salud, educación y reinserción mediante un modelo de hogar sustituto. 
 
El verdadero reto a todo esto, es que se generen esfuerzos de parte de los propios gobiernos, como de la sociedad civil organizada, consiguiendo articular y coordinarse en una visión integradora las acciones en favor de la infancia y la adolescencia.  
 
Aunado a que si en México anhelamos la paz, y el gobierno federal y los gobiernos locales trabajan por propiciarla, esa paz definitivamente no estará completa si no volteamos y tendemos la mano a nuestros pequeños para sacarlos de ese pútrido mundo en el que habitan en el subsuelo, asomando sus ojos mostrando una mirada perdida, como quien ha perdido toda esperanza de vida, de quien muere lentamente en la oscuridad,  olvidados en el infernal y pestilente mundo de las alcantarillas.
 
Por su parte, estimados lectores, les comparto que Vive Mejor Ciudadano A.C., consciente de que este no es un tema de una comunidad en particular, o una ciudad en aislado, sino un asunto público de calado nacional e internacional, además de generar en nuestra sede un espacio de fomento de los derechos de la niñez, buscamos los mecanismos de influir con planteamientos derivados de investigación social.  
 
Así contamos con una plataforma en categoría de Sala de Lectura Infantil y Juvenil, donde se estimula a través de la lectura y el arte círculos de paz que sirven como modelo integrador en las relaciones entre padres e hijos y entre todos los miembros de la familia. 
 
Aunado a lo anterior, nuestra asociación y su ala regional noreste, a través de Comité Plural Noreste de México, conformado por profesionistas posgraduados nos hemos dado a la tarea de mantener una relación estrecha con las autoridades de los tres niveles de gobierno, con la finalidad de hacer propuestas públicas en torno al tema, donde interactuamos a nivel institucional en foros, congresos, mesas de diálogo, y consejos académicos, tales como el Consejo Académico de las Secretarias de Seguridad Pública de los Estados de Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila. Así también con las
Secretarías de Educación, dependencias de cultura, y organismos de derechos humanos, con la finalidad de contribuir a la mejora de los procesos de atención y protección jurídica e integral de la niñez y la adolescencia en México. 
 
Luego entonces,  el tema es algo que deberá resolverse gradualmente,  puesto que además es un asunto en el que se comprometen gravemente los derechos de la infancia, nos lastima profundamente a la sociedad, y ofende a la dignidad humana. 
 
Recordemos que los niños y los jóvenes representan futuro, pero son nuestro presente, tesoro valioso de todo Estado y País, por favor rescatémoslos juntos de las garras del crimen y la miseria por la que atraviesan viviendo como “Niños de alcantarilla”.

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